El Llobregat es uno de esos ríos que vayas donde vayas hay que atravesarlo. En ocasiones hasta más de una vez. Nace en los Pirineos, zigzaguea por media Cataluña y desemboca en el Mediterráneo, un par de kilómetros al sur de la ciudad de Barcelona. En las orillas de este río se asentaron en su momento muchas fábricas, sobre todo textiles, que conformaron la revolución industrial catalana, que aunque fue temprana a nivel español, a mí me parece tardía a nivel europeo.
Conduje entonces, si no me equivoco, por la Collada de Tosas, una carretera complicada, con muchas curvas, ideal para ir en moto pero no tanto en coche. Aquí dejo un par de fotos del camino, que en general era muy verde, aunque estas fotos desde lo más alto no lo demuestren:
Llegamos entonces a Castellar de n'Hug. Dejamos el coche en el pueblo y comenzamos a bajar escalones y más escalones. En realidad se había un parking junto a nuestro destino, pero no lo sabíamos. Con 37 grados y a mediodía, subir cientos de escalones de regreso fue toda una experiencia.
Como el Ebro, el Llobregat nace de dentro de una montaña, con unas cascadas que vale la pena conocer:
El agua estaba helada, así que no me metí, aunque con el calor y la sed daban ganas.