Sitges
El sábado por la tarde fui a la ciudad de Sitges. Aunque está a unos 40 kilómetros al sur de Barcelona, tardé unos 40 minutos en tren desde el Clot, si bien la mitad del tiempo se fue en atravesar toda la ciudad y su periferia. Tiene fama, entre otras cosas, de ser uno de los pueblos costeros más guapos de toda Cataluña, y de ser uno de los lugares de España donde el metro cuadrado sale más caro (por lo cual los que nacen allí se van a vivir a otra parte cuando se independizan, hacia los 18 años).
El día estaba espectacular, incluso había algunos que se atrevían a meterse al mar, aunque ya casi no quedaba sol. Apenas salí de la estación caminé rumbo a la costa, durante el camino me llamó la atención que casi todas las casas parecían muy recientes, de las últimas décadas. El plan era aprovechar el tiempo de luz para recorrer toda la costanera. Desemboqué en este lugar, y seguí rumbo al sur (el otro lado):
Sólo en dos puntos, muy próximos, se interrumpe la franja de arena: este y la Catedral. Había un enorme café argentino. Parece que hemos ocupado toda la gastronomía de esta ciudad o pueblo (tiene 25.000 habitantes).
El murallón tenía una escalera, así que subí por ahí. En toda la costa de la ciudad no encontré nada de hormigón, probablemente casi todo lo fuera en su interior, pero por fuera sólo se veían piedras, lo que me parece mucho mejor.
También le saqué una foto al agua transparente del Mediterráneo. Aquí se ven las algas, a unos cuantos metros de profundidad:
En la zona de la Catedral también tuve que abandonar la zona de playas, ya que no tenía muchas ganas de nadar, y pasé por este palacio que, según Wikipedia, sería modernista:
Llegando a la Catedral:
Otra vista del palacio. Las dos personas que se ven se quedaban allí, esperándome, creo que querían posar para una foto, y lo consiguieron:
Desde la puerta de la Catedral se veía este puerto (Sitges tiene tres):
Esta ciudad tiene mucha arena, y muchos espigones, uno cada unos 150 metros. Las otras playas que he conocido no tenían tantos, si es que tenían alguno (en Barcelona, se trae la arena con camiones cada año: los surfistas se oponen a los espigones porque se quedarían sin "olas"):
Más puerto. ¿Cuántos yates hay en España? Yo quiero uno...
La Catedral, de nuevo. Contra lo que pueda parecer, no soy un fanático de las iglesias. Pero estaba parado en un espigón, y entraba en la foto...
Un poco más de mar. Que llegue ya la época de playa, por favor...
Esta creo que es una de las partes más lindas del paseo costero, aunque tiene el aspecto de ser la plaza central, y estaba en obras, como pasa en toda ciudad que crece:
Impone, ¿no? A mí me gustaron las piedras del murallón.
La gente ya se comienza a preparar para el verano. Aquí se ve la obra de dos personas que, pasando todo el día en la playa, ganaron mucho dinero. A mí me gusta hacer castillos, pero tengo que reconocer que no me salen tan bien. Será el tipo de arena.
Más playa, esta parte sin espigones y angosta. Lo de angosta es porque es la parte trasera de un restaurante que por alguna razón tiene una ubicación privilegiada. Para lo de los espigones no tengo excusa, pero en otras partes sí que hay muchos...
La gente iba a su rollo (a su onda), muchos patinando o en bicicleta. Muchos padres paseando en bicicleta con sus hijos, cruzando la avenida sin mirar y sin miedo a ser atropellados. Muchos extranjeros, también. Aquí, detrás del césped, se extiende la arena.
A la hora de hacer espigones, este es muy raro. Amontonaron piedras en el medio del mar y se olvidaron de hacer el camino, aunque el mar ya comienza a ayudar juntando piedras pequeñas.
Más playa. Ya había caminado bastante, la idea era llegar a una punta de la costa y ver qué había detrás. Tal vez un atardecer en el mar, que haría una linda foto, y además sólo vi uno en toda mi vida.
Del otro lado, más y más playa (les ahorro las fotos), hasta que llegué a un hotel y repentinamente se acabó el mundo. Por supuesto, delimitado claramente para que pareciera un balcón lleno de palmeras. Del otro lado, la naturaleza:
Bueno, y un campo de golf:
Aquí termina Sitges (eso de que una ciudad no se diluya en casas cada vez más aisladas me resulta muy extraño):
Calculando a ojo supuse que el sol se pondría detrás de un monte. Si hubiera viajado un mes antes, probablemente hubiera tenido más suerte. Así que empecé a caminar de regreso. Lo de abajo no es una palmera gorda, sino mi sombra y la de la palmera juntas (eso no quedó muy bien):
Las casas y los hoteles que han construido sobre la costanera son impresionantes. No son ni muy altos ni muy ostentosos, pero parecen ser lugares adonde uno viviría muy a gusto. No sé si en alguna parte de Barcelona hay balcones tan amplios, por ejemplo.
"Sube al tren de la playa", en catalán. Todo este lugar me hacía recordar a algo, pero no sabía a qué.
Ya quisiera yo una casita así.
Seguía pensando a qué me hacía acordar. Los espigones a Mar del Plata, claro, pero las montañas, el mar, las casas y el estilo de vida no. Tampoco a otras ciudades costeras. Pero era algo cercano, algo grabado en mi memoria. Y entonces me di cuenta de que me hacía acordar al cine americano, a esas películas y series ambientadas en la costa del Pacífico, a The O.C.
La playa es muy linda. En verano me imagino que se llenará a tope. Sitges es una ciudad de moda. Ya sé que invita al chiste fácil, pero de todas maneras lo diré: Sitges tiene la reputación de ser la capital gay de Cataluña (y, según dicen algunos catalanes con orgullo, de España y hasta de Europa). Este sábado que yo fui, había muchas parejas homosexuales (sobre todo lesbianas españolas y gays extranjeros, más de las primeras que de los segundos), también muchas parejas con enormes diferencias de edad, y muchas veinteañeras de mucho dinero y gimnasio (impresionantes).
Subí hacia la estación por una calle que tiene, primero, un bar junto al otro. Digo bares porque están abiertos completamente hacia afuera, pero en su interior parecían más bien discotecas. Después, una serie similar de restaurantes. Seguí subiendo, llegué a la estación, y con la tranquilidad de haberla encontrado bajé hasta encontrar un café que estaba bueno y no parecía ser "de ambiente" (yo iba solo). Los camareros resultaron ser argentinos, uno había vivido un tiempo en Mar del Plata y me recomendó que me quedara en un hotel a pasar la noche, porque parece que la fiesta en Sitges está muy buena.
Bueno, de ahí regresé a la estación, subí a un tren de dos pisos, al piso más alto, claro, aunque afuera no se veía nada porque ya era de noche, y bordeando un acantilado invisible regresé a Barcelona.