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sábado, diciembre 22, 2007

Pirineos catalanes

El 12 de octubre es el Día de la Hispanidad en España, o sea, lo contrario que en Argentina. Se celebra el ser y el hablar español. De más está decir que no consigue demasiadas adhesiones en Barcelona. La cuestión es que es un día festivo, y como era en viernes, tenía un fin de semana largo por delante.

Ya que los padres de mi novia tienen un piso vacío en Llivia, y que además era tarde para comprar un vuelo a un precio razonable, decidimos ir allí.

Llivia es una ciudad muy extraña. Pertenece a Catalunya y, por ende, a España, pero está rodeada totalmente por territorio francés. Es un punto español en los Pirineos franceses. Cuando España se rindió a Francia y le entregó (casi regaló) el Rosellón, esta ciudad siguió perteneciéndole. Según Wikipedia, en el Tratado de los Pirineos de 1659, España cedió a Francia 33 pueblos del Rosellón. Llivia se salvó por ser en ese momento una villa, y no un pueblo. Hoy día sólo tiene 1200 habitantes, aunque abundan las casas de fin de semana. Desde ese momento, la frontera entre ambos países quedó fijada en los Pirineos.

En este mapa de la provincia de Girona, Llivia es la pequeña marca al noreste de Cerdanya, desvinculada del territorio español. La parte norte son los Pirineos, y a la derecha se encuentra el mar.

Parece ser que toda Barcelona tenía ganas de irse de viaje en coche, así que pude disfrutar de mi primera caravana en autopista. Tardamos 4 horas en recorrer unos 150 kilómetros, ya que había un tramo que estaba en obras y sólo tenía un carril disponible. Era el tramo de Berga, de la ciudad catalana llamada Berga (perdón por el juego de palabras, no lo pude evitar).

En estas fotos se ve un tramo con pocos coches, ya que habíamos superado la retención (aunque la televisión catalana se encargaría de decir que no era una retención, ya que la policía no retenía a nadie). Pongo varias para los que, como yo, no habíamos visto nunca los Pirineos, ni siquiera en fotos.







Para llegar al pueblo tuvimos que pasar por debajo de una montaña, a través del Túnel del Cadí, que tiene 5,6 kms. de largo. Ya en Cantabria me llamaban la atención los túneles españoles, que no sólo están iluminados sino que tienen salidas de emergencia y enormes ventiladores con aspecto de turbinas (aunque giran lentamente). Este túnel es mucho más largo. También es pago, y además es caro (casi 10 euros), ya que la alternativa es rodear la montaña por fuera, y parece que se tarda mucho más.


Mi primera sensación con los Pirineos de Gerona fue pensar que eran extraños. No he visto demasiadas cadenas montañosas (de hecho, sólo los Andes, y los Picos de Europa en Cantabria), pero esto era claramente diferente. No sólo por el hecho de que los picos fueran de menor altura, y estuvieran mucho más separados (aunque en el lado francés no sería así). Yo esperaba algo más homogéneo, y hay montañas de piedra blanca, otras rojizas, otras marrones, otras negras. Algunas suben de manera muy suave, y otras son casi verticales. La vegetación sí es más uniforme, con árboles verdes, dorados y rojos más o menos entremezclados.

También era extraño (al igual que en Cantabria) que los caminos no fueran de gravilla, sino que fueran carreteras y hasta autovías de asfalto. Y que la gente no se concentrara en ciudades distanciadas cientos de kilómetros entre sí, sino en pueblos separados por no más de 10 kilómetros. Ir a esquiar no significa hacer decenas de kilómetros hasta llegar a la pista (como en algunos lugares de Argentina, por ejemplo), sino que consiste en ir hasta un pueblo y buscar el centro de esquí, que estará casi contiguo. Además, hay muchos de estos centros (y los franceses son más baratos). Por el mapa, supongo que alejándose de la carretera se llega a reservas donde sólo habitan los guardabosques y algún que otro pastor, pero el turismo se ciñe a lo que ofrecen los pueblos, alineados en lo que antiguamente sería el paso más fácil de esa zona de los Pirineos. Y ya es más que suficiente, porque allí se encuentra de todo: naturaleza salvaje, ciudades medievales, pueblos modernos totalmente urbanos...

Otra diferencia con América es que los pueblos se suelen encontrar en la cima de los montes, no en los valles. He leído en alguna parte que esto se debe a motivos defensivos, cuando la guerra se hacía a pie.

Un par de fotos más:



En esta parte, vamos por una carretera española rodeada de territorio francés. Con sólo bajarse del coche ya estaría cruzando la frontera. Es española debido a que lleva hasta Llivia, y saltando no se llega.


La opción era clara: entrar a Bourg Madame. Aquí vemos además una casa francesa pegada a la carretera española. Las construcciones francesas son completamente diferentes, con techos grises y una fachada muy austera, y pintadas de colores pasteles:


Esto ya es Llivia, con sus casas y edificios de techos negros, y sus paredes exteriores de piedra y madera:


Hasta balcones hay, un lujo que no vería en el lado francés.



Dimos una vuelta por Llivia, y por la noche nos acercamos al contenedor de un camión, abierto por el costado, que hacía las veces de pizzería en la calle, con una barra y turnos para comer. Sólo trabajaba allí el dueño, un francés que revisó una lista y nos dijo que nos tocaría pasar a buscar la cena a las 22:45. Sólo eran las 21, así que seguimos caminando. Lo que había sido un día de verano (con más de 20 grados, muy alto para la zona) se había convertido en una noche de 3 grados de temperatura. Una noche de montaña, con el cielo estrellado.

Las pizzas estuvieron en punto, aunque me llamó la atención el sistema. Primero, que el restaurante fuera un contenedor abierto por un lado. Segundo, que te dieran turnos (en vez del famoso "en unos minutitos está"). Y tercero, que hubiera una cantidad limitada de turnos: si hubiéramos ido a pedir un poco más tarde, seguramente nos habría dicho que ya no haría más pizzas esa noche.


Segundo día

El sábado nos subimos al coche y nos adentramos en Francia por la carretera a Perpignán. No hay nadie en el paso fronterizo, ya que España y Francia forman parte del espacio Schengen, y no hay ya nadie mirando DNIs o pasaportes.



Los pueblos franceses tienen otro estilo. Las construcciones son muy uniformes, no buscan el lujo, y de hecho muchas parecen estar deshabitadas. Hay pueblos de carretera (no éste de las fotos), que parecen abandonados. Tampoco hay comercios, ya que hacen sus compras del lado español.



Las carreteras también están un poco descuidadas en algunos tramos:




Un monumento a alguien:


La mansión más lujosa que vi en los Pirineos franceses. Tal vez sea un hotel.



Una fortificación muy extensa en la que no nos detuvimos:




Del lado francés, las montañas parecían más altas, y el colorido de los árboles era impresionante.




Me gustan los carteles, y más si están en francés. Además indicaba que el pueblo en que nos encontrábamso estaba a sólo 2 kilómetros de otro y a 18 de uno más grande (digamos, de 2 kms. cuadrados completos). De hecho, a medida que nos alejáramos de España, nos encontraríamos con pueblos cada vez más pequeños. Sospecho que gran parte de la actividad económica de esta zona depende del turista catalán que quiere esquiar.




Los rumores eran ciertos. Al menos vive una familia en la zona:




Seguimos camino:






Un puente para el ferrocarril:


Algunos tramos de la carretera estaban siendo reparados, y por eso sólo tenían un carril para circular en los dos sentidos. No deja de ser curioso que en el medio de la nada uno se encuentre un semáforo, sincronizado con otro a varios kilómetros, y sin cables.


La montaña de la Calavera Recostada. No, mentira, no sé cómo se llama.


En esta zona la carretera se convertía en autopista. Después de la congestión saliendo de Barcelona, no deja de ser curioso que aquí haya tanto para tan pocos coches.


Nos detuvimos en un pueblo medieval (Villefranche de Conflent), completamente encerrado entre murallas.

Otro mapa robado. La casita donde dice Conflent es este pueblo. Llivia no aparece por ser española, pero está junto a Font Romeu, a la izquierda. Nuestro plan era ir a Perpignan, pero sólo llegaríamos a Prades:


Junto al pueblo había unas grutas prehistóricas (en la foto, cruzando la calle), pero entrar costaba 12 euros (y estaba en oferta), así que decidimos seguir adelante.


Este es el exterior del pueblo:


Una de las dos puertas de entrada, la principal:


Para certificar que sí estuve en Francia, aquí va esta foto.


Junto a la puerta, un monumento conmemorando a los caídos en la guerra contra España:


Y esto ya es dentro del pueblo. En todas las tiendas de souvenirs se vendía el kit para cocinar crema catalana, lo cual era un poco sorprendente ya que estábamos en Francia. La crema catalana, para mis compatriotas, viene a ser como un mousse natural, con tal vez algo de vainilla, al cual se le aplica una pieza circular de hierro caliente para quemar la parte superior. Hay quien luego le agrega canela, creo. El kit consiste en el recipiente circular, la pieza de hierro con un mango, y las instrucciones.



Un reloj de sol, con la extraña particularidad de estar en catalán ("Cuanto más sol hace, mejor escribo"). Empezábamos a sospechar algo raro.



La otra puerta del pueblo, la trasera:


Un pequeño río pasa por el costado de la fortificación:




Otra callecita del pueblo (tiene sólo tres):


Llegamos a Prades con mucha hambre. Estacionamos en la plaza central, también llamada Plaza Cataluña. El museo tenía una exposición sobre Pau Casals, el catalán creador de la sardana. Se vendían mapas donde la zona aparecía como una provincia más de Cataluña. Estábamos en el Rosellón, que en el siglo XVII pertenecía a Cataluña. Aunque la gente parece haber olvidado el catalán, parece que no les gusta demasiado estar en una de las zonas olvidadas por París (y olvidada por los catalanes de España, también).

Hay banderas catalanas (franjas amarillas y rojas) en muchos balcones, y hasta en las plazas de la zona, acompañando a la francesa y a la europea. Aquí además vemos un mapa donde se incluye el territorio dentro de Cataluña.



Las tres banderas: la catalana, la francesa y la europea:


Un francés me vio sacando fotos y me llamó, riendo, para que viera cómo unas palomas comían unos restos de pizza. De lo que me dijo no entendí nada de nada, pero era muy simpático. Mientras me hablaban se sumaron su esposa y su hijo, que también reían. Le dije que no hablaba francés, dijo "¡ah, espagnol!", y siguió hablando en su francés acelerado.

Comer en Prades era mucho más caro que en España. El menú del día costaba entre 16 y 26 euros, sin bebida. Así que la primera conversación que tuve en mi vida en francés con un francés fue para preguntar dónde estaba el McDonald's. Pero funcionó, aunque en un momento se me coló una palabra catalana.

El McDonald's fue otro momento de humillación, donde hasta lo más sencillo se hacía difícil (por ejemplo, no había agua mineral en la carta: sólo decía Evian, y no creo que muchos turistas conozcan la marca). Salí bastante bien parado y avergonzado. Conseguí todo lo que pedí, y hasta más (me dieron todos los condimentos que había en la región, por si las dudas). Por suerte no había nadie cerca cuando pedí sacarina ("sacaguén", "non sucre"). Al menos todo costaba lo mismo que en Barcelona (entre 5 y 6 euros el menú).

Ya el sol comenzaba su descenso, así que empezamos a regresar.



Algo estaba claro. A los catalanes franceses el gobierno de París los ha olvidado, y los catalanes españoles no tienen mucha idea de su existencia. Propongo su anexión inmediata a Cataluña. Probablemente no tengan el tren de alta velocidad en su vida, pero al menos vivirán mucho mejor. Es posible también que derriben sus casas de posguerra, pero al menos recibirán algún que otro cine para sobrevivir al verano.

Una vez en España rodeamos Llivia y llegamos a Puigcerdà. Es una ciudad colgada de la cima de una montaña, que está justo en la frontera con Francia (del otro lado está Bourg-Madame). Ya estaba otra vez en casa.


Se nota que es una ciudad con mucho dinero: hay muchas mansiones de lujo, y había muy pocos coches de menos de 20.000 euros.


Dentro de la ciudad hay un pequeño lago (lo llaman "el estanque", pero en catalán).





De la antigua iglesia sólo queda el campanario, en pleno centro. La ciudad tiene dos cines que en total pasan cuatro películas. Ninguna interesante. Pero la gente sale a la calle de todas maneras.



Hay un mirador impresionante, desde el cual se ve todo el llano y una miríada de pueblos diseminados (y que se verían si la foto fuera de noche):


Este es el costado del mirador (sí, además de los carteles me gustan las paredes antiguas):



Hay, por supuesto, un ascensor público.

Por la noche fuimos a cenar a un lugar tradicional catalán. Recuerdo que comencé con una sopa catalana (caldo real de gallina con fideos de los que yo llamo "moñitos"), y creo que de segundo me decanté por el pollo.


Ultimo dia

El domingo fue muy tranquilo. Nos limitamos a pasear por Llivia, a una hora en que todos los restaurantes habían cerrado, los bares no aceptaban tarjetas de crédito, no teníamos dinero y no sabíamos dónde había un cajero automático. Por media hora nos perdimos un restaurante argentino con show de tango y todo. Sí, somos una plaga.

Este es un pequeño arroyo, no me hagan buscar su nombre en Internet.

Esto no supera al cochecito de bebé que vi en la misma situación en Girona, pero al menos la silla es de madera:

Esta es posiblemente la construcción más fea de toda Llivia. Abusaron de la madera, y además no hay ni una sola ventana. Lo de los balcones no lo entiendo mucho, supongo que habrá una puerta camuflada, también de madera, pero no me extrañaría que al arquitecto se le hubiese ocurrido quitarlas porque "quedaban mal".

Del otro lado no era nada mejor, con esas puertas ridículas en las que yo no entraba ni de costado. Supongo que serán para los esquíes. En cualquier caso, parecen tener dificultades para vender estos pisos, y no me extraña.

Estas construcciones sí son más bonitas, y más típicas de Llivia:


El domingo prometía haber una larga caravana de regreso a Barcelona, y además el presentador del canal catalán TV3 no hacía más que mentir para tratar de dejar bien parada a la Generalitat, así que esperamos hasta la noche y regresamos bastante más rápido, en poco más de 2 horas, lo cual me han dicho que es aceptable. Sólo hubo caravana durante unos quince minutos:


Llegamos a Barcelona, donde al menos hacían 15 grados más, y listo.