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miércoles, febrero 04, 2009

Sur de Francia (2)

Al día siguiente, después del primer día de viaje por el sur de Francia, salimos en coche rumbo al sur. Atravesamos varios pueblos costeros y cruzamos a España yendo por una carretera muy sinuosa, encaramada sobre las montañas finales de los Pirineos y con el Mediterráneo muchos metros más abajo. Del camino me llamó la atención que los franceses utilizaban por completo los montes para sus plantaciones de vino. Muchas de ellas, con los niveles delimitados por pequeñas murallas de piedra, parecían ser muy antiguas. Aunque todas las fotos salieron movidas, es un tramo que recomiendo visitar, al menos de acompañante (los nacidos aquí parecen tener cierta habilidad innata para conducir con curvas).

Una vez pasados los Pirineos, llegamos a Portbou, el último pueblo costero de Cataluña.


Antes de ir a comer, fuimos un rato a la playa, donde se podía tomar sol muy bien. Era el 3 de mayo, mediados de la primavera, pero hacía mejor clima que en Barcelona.


La costa, como era de esperarse, era muy abrupta, con grietas hechas por el mar.


El pueblo parecía abandonado, esperando el verano, o tal vez el regreso de la peseta. Portbou tenía antes una mayor importancia para el traslado de mercancías desde y a Francia, y supongo que habría un contrabando de los buenos. Ahora, con el euro en ambos países, y los pasajes de avión tan baratos, parece haber perdido mucha de la importancia que le daba su posición de ciudad de paso. Además hay una autopista que permite evitar el pueblo por completo.


Después de comer, servidos por una ecuatoriana muy habladora, con cinco hijos en su país y que después de 10 años no había hecho todavía ningún papel de residencia, nos fuimos caminando hasta el puerto. Al parecer Portbou aún tiene futuro en su actividad predilecta. Dos hombres, uno en un descapotable de primera y el otro en un coche común, parecían estar comerciando droga al por mayor. El vigilante del puerto les gritó algo, y pocos minutos después se acercaba un coche de policía por el camino costero.

Había un puerto de yates, como es común en los pueblos mediterráneos.


El colorido de las piedras era impresionante, aunque mi cámara prefiera convertirlas a gris.


La ubicación de la ciudad sirvió para que emigrados españoles cruzaran a Francia, y a la inversa. Uno de los que buscó refugio aquí fue Walter Benjamin, autor de la famosa comparación entre los libros y las prostitutas (ganaban las últimas). Lamentablemente, creo recordar que no consiguió escapar. En la ciudad hay carteles que explican su corta estadía aquí, desde su llegada hasta su arresto pocas horas después en una posada del centro por la policía franquista. Para que se emocionen mis compañeros de universidad, aquí muestro un cartel.


Nos metimos en la estación de trenes, que parecía estar cerrada por alguna extraña epidemia apocalíptica, pero que tenía su encanto.



Abandonamos Portbou. Me sorprendió encontrar un pueblo tan abandonado en Cataluña: después de conocer Llivia y alrededores ya creía que España era vida y el sur de Francia, dejadez. Pero aquí es justo lo contrario.

Regresamos entonces hacia el lado francés. Esto creo que es Portbou desde la carretera.


Esto es Banyuls-sur-Mer, desde su playa.


El paseo costero estaba muy cuidado, aprovechamos para tomar unas cañas (cerveza tirada) en una mesa al sol. Aunque no lo parece, aquí sí había algo más de gente.



Nos metimos por el pueblo, muy colorido por dentro.



Este es el campanario de iglesia más raro que haya visto (bueno, el de la Mare de Déu de Montserrat también tiene lo suyo):


El Ayuntamiento.


Algunos viñedos. Aunque había otros más espectaculares, aquí sí tenía ángulo para la foto.


Ya casi se terminaba el viaje al sur de Francia. A la mañana siguiente aún hacía más calor (las nubes estaban todas del otro lado de los Pirineos), así que se hizo necesario probar la piscina. Estaba prohibido usar bañadores largos, pero no estaba dispuesto a pagar 20 euros y ponerme una sunga de las que vendían allí, así que entré de todas maneras.

Este era el bar / restaurant / cine que había junto a la piscina.


Y la piscina en sí. Dentro mismo tenía un jacuzzi.


Y para terminar de promocionar el cámping, así eran los bungalows en los que nos alojábamos (había también más grandes).


Y eso es todo: por la tarde regresamos a Barcelona. El siguiente viaje fue a Valencia, pero eso queda para otra nota...