Más Tarragona
El 5 de mayo fui con mi primo para mostrarle Tarragona. A diferencia de la otra vez, el acceso a casi todos los lugares estaba abierto.
Se podía ingresar al Anfiteatro Romano, aunque sólo a ciertas zonas. Un poco de historia para el que le interese: los restos son del siglo II, y aquí luchaban los gladiadores y se cazaban animales salvajes. En el siglo VI se construyó encima una basílica visigótica (cuyos restos se ven en el centro de la arena), y en el XII una iglesia románica.
Este anfiteatro fue construido muy tardíamente, pese a ser una de las tres construcciones principales de las ciudades imperiales. De hecho, Tarraco había sido capital de todo el Imperio Romano varios siglos antes, cuando el emperador Octavio Augusto residió aquí.
Se estima que su aforo era de 14.000 personas sentadas.
También se podía acceder al Circo-Pretorio. A partir del año 73 se construyó, en el montículo más alto de Tarragona, un conjunto de edificios públicos, articulados en tres terrazas escalonadas. El "Pretorio" es en realidad una esquina del foro provincial, donde se reunían los notables, se realizaban rituales públicos de culto al emperador, y donde probablemente se encontraban los tribunales.
En la Edad Media, a partir del siglo XII, pasó a ser un castillo feudal, luego Castillo del Rey, luego cuartel, y finalmente prisión (hasta mediados del siglo XX).
Aquí una sala subterránea, comunicada con la vecina:
A la izquierda de este pasillo hay una serie de habitaciones pequeñas, que seguramente han servido en más de una época de calabozos:
Una de esas habitaciones, sorprendentemente muy húmedas (Tarragona es una ciudad muy seca):
Desde uno de los balcones del Pretorio:
Una placita contigua:
El anfiteatro, del otro lado de la avenida:
El Pretorio-Circo, desde su punto más alto.
Parece que había una competencia de veleros...
Una de las entradas a la ciudad amurallada.
La estatua de Sant Pau. Por alguna razón asumí que se podía entrar a la muralla desde dentro, aunque después de recorrer todo y pasar tres veces por delante de esta misma estatua, decidimos ver si se podía entrar desde afuera. Y así era.
En uno de los museos de la ciudad amurallada, esta maqueta de la antigua Tarragona. En su máximo esplendor, sus murallas llegaban hasta el mar, aunque luego se replegaron hasta donde se encuentran hoy (que sería la parte trasera). Por esta razón, en la zona exterior a la muralla también pueden encontrarse restos muy antiguos (de hecho, el foro romano está en esa zona, rodeado de construcciones mucho más recientes).
Esta puerta me gustó:
Esta es la Catedral. Comenzó a ser construida en 1184, sobre los restos de una basílica cristiana que, a su vez, había sido construida sobre el terreno de una mezquita árabe del siglo X. Es de estilo románico con transición al gótico.
Este edificio me gustó, sobre todo por su color:
Finalmente, luego de una última visita a Sant Pau, entramos a las murallas. Esta es una vista hacia la entrada:
Alguien, desde su ático, puede entrar a las murallas cuando quiera:
Todo esto por dentro de la muralla:
Rómulo y Remo, los fundadores de Roma, amamantados por una loba:
La erosión no trata a todas las rocas por igual:
Salimos de las murallas, nos alejamos de la zona más antigua, y cerca de la Rambla Nueva estaba este edificio:
Y este monumento a los castellers, pirámides humanas muy típicas de Cataluña. Se hacen torneos en verano:
Se venían unas nubes muy negras.
Cerca de la necrópolis cristiana nos sorprendió el diluvio (cuatro gotas, tal vez cinco), la nube siguió su camino, y nosotros el nuestro.
Subimos al tren de regreso, donde nos esperaba un viaje muy interesante. Junto a nosotros, pero en la otra ventana, alguien discutía por la ubicación de algunos pueblos catalanes usando un teléfono móvil invisible. Parece que no pudo convencer al otro, porque a los diez minutos su enemigo invisible empezó a pegarle con fuerza y a intentar ahorcarlo (mi primo no podía parar de reír al verlo ahorcándose a sí mismo). Así fue durante una hora, en ciclos de golpes en las piernas, en el cuerpo, ahorcamiento, y llanto a los gritos, hasta que al llegar a Barcelona se puso en pie, nos preguntó serenamente la hora, le dio unos consejos amistosos a la chica que se sentaba detrás, y se bajó, completamente solo, por una de las puertas del tren. Los demás preferimos bajar por la otra.