Nieve en Barcelona
Como esta semana están haciendo hasta 30 grados en Barcelona, me acordé de unas fotos que tenía para subir de aquella vez que nevó en Barcelona. Es muy raro que la nieve caiga en la ciudad, porque está al nivel del mar, pero ese día se dieron las condiciones y ya por la mañana, en el trabajo, comenzaron a caer los primeros copos. Así que un amigo y yo nos vinimos a comer a casa, y a eso de las cuatro de la tarde nos encontramos con la Plaza del Sol así.
El viento arremolinaba los copos en la plaza, que delante de mi ventana de hecho imprevisiblemente ascendían.
Nos abrigamos y salimos a dar una vuelta. La idea era visitar el Parc Güell, a una media hora de caminata.
Una callecita de Gràcia.
La Ronda del Mig estaba helada. Entre los coches y la anarquía parecía estar al borde de un choque en cadena. Había algunos que no se daban cuenta de que no todos los días se puede ir a 60 km/h.
Debido a la falta de previsión el ayuntamiento no había echado sal en las calles, y la nieve y la pendiente eran un auténtico desafío para muchos conductores que, sin cadenas, no parecían saber usar las marchas. Vimos que un coche, a la salida de un semáforo, se iba para atrás, derrapando sobre el hielo. Algunas calles estaban bloqueadas con coches abandonados. Incluso vimos este autobús barrial dejado justo al principio de una subida, con el cartel delantero encendido (no sé cómo pensarían arrancarlo al día siguiente).
La calle que sube al Parc Güell es terriblemente empinada, así que había que afianzar cada paso para no resbalar (la bajada sería aún peor, incluso rescatamos a una señora que bajaba sin control, haciendo equilibrio con unas bolsas).
Cuanto más alto, más nieve.
La soledad en estas calles era palpable.
Hicimos un pequeño muñeco de nieve sobre el techo de un coche. Ramas había por todas partes: los árboles de Barcelona no conocían el peso de la nieve.
Entramos al parque. Los rumores decían que estaban a punto de cerrarlo, o que incluso ya no se podía entrar, porque se estaban cayendo árboles enteros y era peligroso. Pero entramos con decisión y no parecía haber policía todavía.
El famoso dragón de Gaudí, cubierto por la nieve.
Allí sí que se había acumulado toda una nevada.
Esta es la plaza superior, que según leí en una guía fue diseñada por Gaudí a partir de la huella dejada por el trasero de un obrero sobre una masa de arcilla. En el medio se había formado una especie de lago helado.
Imposible llegar a ver el mar. De hecho, no se podía ver a más de 500 metros.
Quitamos un poco de nieve para medir su altura, debía tener unos 10 centímetros.
Mi amigo se decantó por el arte efímero.
Se escuchaban crujidos y la caída de ramas por todas partes. El tema ya empezaba a asustar, sobre todo porque ya no quedaba casi nadie en el parque, y entre los pocos que cruzábamos se respiraba un poco de nerviosismo. Los árboles parecían vencidos por el peso de la nieve: sacudimos algunos para liberarlos, pero pronto desistimos porque en cuanto los tocabas se partía alguna rama.
Una de las pasarelas:
Uno de los balcones. Qué decepción ver, al ir de nuevo este año, que habían puesto unas barreras de metal espantosas para que nadie se acercara a ellos.
Un árbol completamente caído sobre el camino por el que íbamos. Ya mirábamos con desconfianza las copas de los que teníamos encima.
Ya estaba por caer la noche, así que salimos del parque y emprendimos el regreso. La gente improvisaba trineos con bolsas de plástico, o incluso se deslizaba a toda velocidad sobre el hielo, aprovechando la pendiente, tratando de llegar hasta el final de la calle (pero los que no caían acababan abrazados a algún coche).
En la realización de estas fotos no se dañó ningún árbol, coche o muñeco de nieve. Y el Parc Güell ya está perfecto otra vez. ¡A ver cuándo nieva otra vez!