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lunes, enero 08, 2007

Más Barcelona

Ayer domingo decidí salir a caminar para tomar un poco de aire. Decidí llevar la cámara, que no tenía pilas, y comprar un par en el camino si podía.

Sabía que entre mi barrio y el mar se encontraba un parque enorme, el Parc del Guinardó, ubicado en la cima de un monte. El ascenso fue bastante duro, pero llegué a un bosque agreste y húmedo donde los senderos habían sido marcados por las pisadas de sus visitantes. Era un lugar muy lindo y con una vista panorámica impresionante. Seguí en dirección al mar y llegué a la parte sur del parque, donde aparecieron los caminos hechos por el ayuntamiento y una serie de fuentes sencilla y muy bonita. Aunque no sé mucho de esto, creo que representaban un acueducto en miniatura, con el agregado de alguna que otra pequeña cascada. Uno podía seguir el camino del agua, desde la cascada inicial hasta su desaparición en la última fuente, siguiendo los canales hechos en piedra. En esta zona sur el bosque deja de ser agreste para convertirse en un grupo de setos prolijamente cortados.

Salí y pronto llegué a la iglesia de la Mare de Déu de Montserrat, sita en la avenida del mismo nombre. Esta iglesia es una construcción muy rara, ya que combina al menos tres estilos. Lo más llamativo es el campanario, que está hecho sólo de vigas de metal y vidrio (cristales). Yo diría que es posmoderno, aunque no sé mucho de arquitectura.

Seguí bajando y llegué sorprendentemente rápido al Hospital de Sant Pau. Como no había podido comprar pilas, seguiré debiéndoles las fotos. Allí podía doblar por la diagonal que lleva a la Sagrada Familia, pero decidí seguir hacia abajo, hacia la Torre Agbar o Torre de Agua (Agbar es la empresa encargada de la distribución de aguas en Barcelona). Es una construcción de forma fálica que supuestamente representa un géiser, y cuyo color cambia ligeramente según el sol. Alguna noche de estas iré para fotografiarla cuando está iluminada, por lo que vi vale la pena.

Llegué entonces a dicha torre, y aunque estaba la estación de metro de Glòries allí (llevaba un tiempo sin ver ninguna), ya que nunca había estado en esta zona seguí caminando. Vi pasar el tranvía y decidí seguir sus vías para subirme a él.

Bajé por la avenida Diagonal. Cuando planificaron el Ensanche (Eixample), que es una zona cuadriculada de la ciudad, se dieron cuenta de que para agilizar el tránsito se necesitaban diagonales. Además de Paral·lel y Meridiana crearon la avenida Diagonal, que tiene un ángulo raro y atraviesa toda la ciudad.

Junto a esta avenida se encuentra el centro comercial Glòries, cuyos comercios estaban casi todos cerrados. Sólo trabajaban los juegos para niños y los cafés. Dicho sea de paso, este centro comercial también es a cielo descubierto, aunque el Heron City me gusta más, porque en el Glòries priman los ángulos rectos y el suelo, blanco y gris, no me gusta mucho. El terracota de sus paredes lo mejora bastante, de todas maneras. Bueno, la cuestión es que vi un Starbucks, y como nunca había ido a ninguno, entré y acepté la recomendación del dependiente (café, nata - crema en Argentina -, chocolate y jarabe de chocolate). Me gustó.

Seguí bajando por Diagonal y finalmente encontré una parada de tranvía. Con el mismo ticket se puede combinar, durante una hora y cuarto, entre tranvías, autobuses, metro, ferrocarriles de la Generalitat, trenes de cercanías y funiculares, con la condición de que no se pase el ticket dos veces seguidas por el mismo medio de transporte (si uno entra al metro, sale y vuelve a entrar, te cobran dos viajes). Como nunca me había subido a un tranvía, decidí pasarme un par de paradas para que el viaje fuera más largo y terminar el regreso en metro. Al subirme sentí esa ansiedad de quien sabe que está a punto de humillarse a sí mismo en público (en los colectivos de Buenos Aires siempre lo hago: se me caen las monedas, me olvido de decirle al chofer cuántas zonas quiero, me olvido el boleto y me llaman...). Por suerte, la máquina para validar el ticket está bien visible, y sólo cinco personas se dieron cuenta de que era mi primer tranvía. El viaje está muy bueno, aunque seguramente hubiera sido mejor hacerlo de día. Los catalanes saben de su potencial turístico, y en los vagones abundan las ventanas.

Una foto del tranvía en Diagonal, ajena y diurna:


Regresé al piso. La cámara de fotos, todavía sin pilas, agradeció el paseo. Luego salí a cenar afuera con Mai, y se terminó el domingo.

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