Fiestas de Gràcia 2009
Como cada año, el 15 de agosto comienzan las fiestas de Gràcia, mi barrio. Se decoran calles y plazas, que compiten entre sí para ver cuál es la más original, la más linda, etc. Todas las noches hay música en vivo, y todo se llena de gente bailando en las calles.
El año pasado, antes de que comenzaran, fuimos a dar una vuelta para ver qué habían preparado. Estas son algunas de las fotos que hice.
En la plaza Rius i Taulet (rebautizada como Plaza de la Vila) se preparaba este dragón volador:
En otra de las calles el techo era un sinfín de pájaros de papel. Los vecinos se juntan durante todo el año para prepararlos, sin más beneficio económico que el que puedan obtener del aporte de los comercios de la zona y de la venta de cervezas y camisetas en la calle.
Me encantó la señora que sonríe con cada foto que le hacen:
No tengo muy claro cuál era el tema de esta calle. Pero diablillos y enanos son una combinación interesante.
Un perro con dos cabezas:
Detalle de una mariposa. Admiro el esfuerzo y la dedicación de esta gente.
El pájaro de fuego, curiosamente con los colores de España:
En la calle de los mitos, el Minotauro:
Y este enorme centauro:
La Medusa:
En una calle, en tono nostálgico, hicieron con madera un enorme tranvía, en referencia al histórico Tramvia Blau de Barcelona.
A los costados colgaban fotos de la ciudad hace un siglo. La calle les quedó muy bien, aunque tal vez se excedieron un poco en el gasto, el espíritu para mí es hacer mucho con poco.
En otra calle exaltaban los prodigios de la ciencia. Aquí, un átomo y unos prismas.
Hay gente que, por su cuenta, también prepara sus balcones para la fiesta. Aquí, una referencia a la Guerra Civil Española: el pobre trabajador, explotado, es acusado de rojo por el cura de la iglesia del pueblo a los franquistas, quienes lo fusilan en juicio sumarísimo.
En otra calle realzaban las virtudes del vino:
Aquí Alicia nos daba la bienvenida a la calle de las Maravillas:
Una casita de chocolate. Habían puesto perfume, así que también tenía el olor a cacao. Todo el asunto daba un poco de hambre.
Esta fue la calle ganadora. Su tema era la fragilidad.
Con material reciclado y poco dinero, habían conseguido crear un ambiente único.
En la Plaça Rovira, el tema era el mar. Con botellas de agua mineral la habían llenado de peces, y en el medio nos esperaba un pulpo gigante.
Los camareros eran unos verdaderos piratas.
La decoración era un poco precaria, pero con unas latas y poco más lograron protestar contra la contaminación en el Mediterráneo (nula para mí, excesiva para los europeos).
En la calle del miedo nos esperaba una mosca asesina.
Llegamos a la calle Verdi, una vía comercial que gana la mitad de las veces, aunque el año pasado no. El tema era el mundo medieval.
El muro hasta tenía telarañas:
Y para mis amigos los frikis informáticos, una estampida de ratones:
Los okupas de la calle de atrás habían decidido participar por primera vez. Era la calle más humilde, pero la idea de colgar pensamientos de todo tipo no estaba mal.
Para quien no haya estado nunca, recomiendo las fiestas de Gràcia, realmente valen la pena. A menos que vivas junto a una plaza, sin aire acondicionado, y con 35 grados tengas que cerrar la ventana para poder escuchar tus pensamientos. Y desde aquí un aviso: no tengo problema en acostarme todas las noches a las 4, pero como vuelvan a pasar los trabucaires por debajo de mi ventana a las 8 de la mañana, lanzando petardos sin gracia y sin público, voy a empezar a arrojarles cartuchos de TNT a ver si les parece divertido.
Por todo esto, al día siguiente huimos a la tranquilidad de Llívia, un pueblo metido en el medio de los Pirineos.