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domingo, enero 30, 2011

Menorca: calas Els Alocs, Pilar, Cavalleries. Faro.

El día siguiente nos levantamos temprano para ir a conocer algunas calas que nos habían recomendado. La primera tendría el acceso más complicado de todo el viaje. Después de recorrer varios kilómetros por un camino abandonado de tierra roja y piedras muy grandes, sufriendo por el coche de alquiler en que íbamos (que de 4x4 no tenía nada), le pasé la conducción a mi novia, que no sufre tanto por estas cosas, y al final estacionamos a un costado. No veíamos el mar, pero el GPS prometía que estaba a unos centenares de metros.

Llegamos entonces a una cala de piedras, llamada Els Alocs, sólo ocupada por un nudista. Casi todas las calas mezclan gente que hace nudismo y gente que no, pero este hombre prefería la soledad.


Detrás del monte se adivinaba nuestro destino, la cala del Pilar. Teníamos casi una hora de caminata por delante. Valoramos por un momento la posibilidad de ir nadando o flotando, ya que por mar eran sólo unos metros, pero no teníamos forma de evitar que se mojaran las mochilas. Con un bote inflable, o unas bolsas bien aisladas, hubiera sido mucho más divertido.


La cala se encontraba a la izquierda de este monte de un color rojo intenso.


Y en la próxima foto, la cala. A la izquierda, entre las rocas, brotaba un hilo de agua muy tenue, pero la gente aprovechaba para recoger el barro que podía y embadurnarse el cuerpo, muchas veces desnudo. Luego se dejaban estar al sol hasta que el barro se secase, y cuando el calor resultaba insoportable se metían al mar para lavarse. Según parece, es una forma saludable de incorporar minerales al organismo. Lo cierto es que cuesta ponérselo y cuesta quitárselo, incluso cuando uno se limita a escribirse unas letras en el pecho (es que no tengo mucha paciencia).

En cualquier caso, dejo unas fotos de la cala.



Hicimos un poco de snorkel, comimos, y cuando nos terminamos los 3 litros de agua que habíamos llevado decidimos volver. Los siguientes días llevaríamos cada vez más agua, pero aún así, siempre se nos acababa. Este es el camino de montaña que nos esperaba para el regreso.


Volvimos conduciendo por el mismo camino. Una vez que las piedras empezaron a ser sólo del tamaño de un zapato, empezamos a ir más rápido, En un momento tuvimos que frenar, de todas maneras, ya que dentro del coche era una licuadora, y mi hermana y mi cuñado, sentados detrás, parecían crash test dummies a punto de intercambiarse el asiento. Por el retrovisor se veían pasar las cabezas, fugaces.

Con más calma fuimos hasta la cala de Les Cavalleries, de un acceso mucho más fácil. Al llegar a la costa se ofrece la posibilidad de ir a la playa de la izquierda o de la derecha. Decidimos ir a la de la derecha, que tenía menos gente, pero esta es una foto de la otra:


Bajamos a esta cala, donde abundaban los nudistas. Sobre el final había unos metros de arena.






Hicimos nuevamente snorkel. La playa resultó tener muchos juncos y rocas muy accesibles, y una variedad de peces increíble. Creo que los siguientes días no conseguiríamos ver ningún pez que no hubiéramos visto ya aquí.


En España, por algún motivo que desconozco, en otras épocas no delimitaban los campos con alambradas: no, era demasiado fácil. Aunque uno tarde años enteros, queda mucho mejor apilar piedras. La verdad es que este aspecto de la idiosincrasia española me parece admirable. Este muro, de más de un metro de alto, parecía extenderse por varios kilómetros.


Atardecía, y queríamos ir a ver el sol ponerse en el mar en uno de los extremos de la isla, famoso por su faro. Así que emprendimos el regreso, con una última mirada a este sitio tan espectacular.


Me gustan las fotos de rocas en el agua. No sé por qué, será alguna cosa de marplatense. Claro que aquí no hay olas que rompan contra las piedras.


El camino al faro bordeaba unos acantilados muy altos, y aún así seguíamos subiendo. Al fondo se veía una ciudad, pero no sé cuál.


Llanura vacía y acantilados, todo junto. Mi ciudad natal hace 200 años.



Las rocas, erosionadas por el viento, tenían formas extrañas. Daba la sensación de que no estábamos solos.


Esto realmente me sorprendió.


¿Eran pequeños íconos indígenas? ¿Una raza alienígena había bajado hace miles de años para jugar con las rocas? ¿Podía ser simplemente casualidad?


Llegamos al faro.


Junto a él, se encontraba una pequeña cantera. Empezamos a pasear. La gente se entretenía formando piloncitos de rocas. Sin embargo, yo ya estaba convencido de que los originales eran de la misma gente que la de la Isla de Pascua. O desechos de gigantes, similares a los que había visto en Cerdeña.


Encontramos una cueva.


La oscuridad dentro era total. Además, la cueva trazaba unas curvas, por lo cual no llegaba nada de la luz de la entrada. Nos iluminábamos primero con encendedores, que pese a lo que digan las películas afirmo que son completamente inútiles, y luego a golpe de flash, sacando una foto tras otra sólo para ver un poco. Íbamos tanteando, sobre todo para protegernos la cabeza, y nos comunicábamos con los que volvían con frases inconexas, que en realidad sólo pretendían emitir algún sonido para marcar nuestra posición.


Pero el final de la cueva valía la pena, ya que desembocaba dentro del acantilado. Abajo, mar y una muerte segura. A los costados y por encima, toneladas de piedra.


Me asomé hasta donde mi vértigo me lo permitía.


Volvimos otra vez a la superficie, y empezamos a caminar hacia el sol, esperando el atardecer.


Estábamos a por lo menos 200 metros de altura, sobre un acantilado de vértigo.


Pasamos junto a la pequeña cantera.



Nos sentamos a esperar la puesta de sol.



En el horizonte se había acumulado bruma, como es normal en la costa del Mediterráneo. En Cataluña el agua evaporada suele formar una especie de neblina tenue durante las tardes de verano que invade los pueblos de la costa.

En el mar, algunos barcos paseaban alrededor de la isla. Decididamente, la mejor forma de conocer Menorca es tener los papeles necesarios y alquilar un barco pequeño, o una lancha a vapor. Además, hay calas a las que sólo se puede llegar por mar.



Al día siguiente recorreríamos las calas más famosas de Menorca, pero eso queda para otro post.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, Hace tiempo descubrí tu blog, buscando información de Barcelona. Me pareció super bueno, pues das información muy útil para quien está planeando radicarse por allá. Soy de Chile, con nacionalidad española, y me gustaría abrir una tienda por allá de artesanía en vidrio, que es lo que hago, pero desde que comenzó la crisis en España (Y Europa) pensé que no era el momento. ¿Será posible que hagas un post como aquellos que hacías al comienzo, en el que hables desde tu perspectiva de cómo está hoy Barcelona desde el punto de vista económico? Para un latinoamericano no es fácil tomar la decisión de irse a europa a invertir sus ahorros, y menos en un momento en que ronda todavía la sombra de la crisis, pero las ganas son grandes y el tiempo pasa.
Ojalá puedas escribir algo... Sería de mucha ayuda...

Gracias por tu blog.

Ricardo.-