Parque del Laberinto
El 23 de abril es fiesta (feriado) en Cataluña por ser el día de Sant Jordi. Este santo (San Jorge en español) es el patrono de Inglaterra, Grecia, Rusia, Portugal, y de Cataluña también. Según la leyenda, era un soldado romano que viajando llegó a un pueblo donde la gente vivía atemorizada por un dragón y para evitar mayores males entregaban cada tanto una doncella (o sea, una virgen) para que tuviera algo para comer. Este soldado decidió enfrentarse a dicho dragón y lo mató. Por supuesto, para cada país el lugar donde esto sucedió es diferente, y en Cataluña se cree que todo habría pasado en Montblanc (Tarragona). No se sabe si luego el santo tuvo suerte con la doncella.
La tradición local es que los hombres le regalemos una rosa a las mujeres (novias, hermanas, amigas) y las mujeres nos regalen un libro a los hombres. Barcelona se llena, hasta los últimos rincones, de puestos callejeros de venta de rosas y libros, y muchos autores eligen este día para firmar su obra.
Como no tenía que ir a trabajar, y el día era espléndido, decidí buscar el Parque del Laberinto. Más o menos tenía una idea de por dónde se encontraba, pero como vivía en una zona de montaña bastaba con equivocarme un poco para terminar en cualquier lado. De hecho, ya lo había intentado una vez, y había terminado en Canyelles visitando a mi primo. Además, el parque se encuentra un poco escondido del otro lado de la Ronda de Dalt, una autovía que rodea Barcelona por arriba ("dalt") y en la cual casi no hay referencias para el caminante.
Empecé a pasear por el barrio, metiéndome en callejuelas donde sobrevivía una Barcelona de mediados del siglo XX, con talleres al aire libre, bares de toda la vida, casas con jardín, y donde había una calma de siesta o de domingo. Algunas zonas de bosque sobrevivían dentro de la ciudad.
Ahora veo que estaba un poco perdido, porque esta esquina, ubicada en la avenida del cardenal Vidal i Barraquer, estaba un poco fuera del recorrido. Pero Barcelona sigue sorprendiéndome, esta vez con un monumento a las cerillas (fósforos).
Cerca de la Ronda de Dalt estaban jugando al tenis:
Llegué finalmente a la ronda y, sólo por intuición, decidí caminar hacia la derecha. Algunos edificios eran bastante extraños.
Pese a estar en la que tal vez sea la zona de Barcelona más alejada del mar, por la altura se lo podía ver a la distancia.
Finalmente encontré el parque. Me dejaron entrar gratis, tal vez por ser Sant Jordi, tal vez porque sí.
La vegetación en todo el parque es muy abundante, y hay zonas de verdadero bosque, aunque tal vez en esta foto no se note.
Sigue pareciéndome curioso que preparen estos canteros enormes sin una sola flor, como si fuera una plantación de lechugas, pero en el Palau de Pedralbes pasa lo mismo.
El Parc del Laberint es el parque más antiguo que se conserva de Barcelona, formaba parte de la finca de una familia, e incluye un jardín neoclásico del siglo XVIII (tal vez lo que yo en mi ignorancia he denominado "plantación de lechugas") y un jardín romántico del siglo XIX.
Como curiosidad, en este parque se filmaron escenas de El Perfume, y antes se hacían recepciones a los reyes. De hecho, la idea de construirlo fue de un marqués en 1791.
Hay una parte donde supuestamente hay una cascada, pero en abril había sequía en Barcelona y la mayor parte de las fuentes estaban apagadas, como para dar el ejemplo.
Una construcción rara, con frisos al estilo romano en los laterales, y que aparece aquí completamente perjudicada por exceso de luz.
Algunas estatuas pueblan el parque. Es muy recomendable ir en pareja, yo era el único que caminaba solo por allí.
Otra foto más. Es que me gustó mucho el sitio.
Dos estatuas flanquean el laberinto.
Y aquí el famoso laberinto, que, según Wikipedia, sigue un diseño similar al del cuento de Borges, El jardín de los senderos que se bifurcan.
Por supuesto, entré. En alguna época había ido a algún otro laberinto en Argentina, pero este es mucho más complejo, tal vez porque no se puede espiar por encima de los setos, están demasiado altos. Así que fui paseando, descartando posibilidades. Algunos niños corrían, jugando una competencia para ver quién salía primero.
En medio del laberinto se alza una estatua, rodeada de cuatro salidas falsas (no diré cuáles).
En algún momento logré salir, ya me estaba empezando a sentir atrapado. Bajé hasta otro jardín, también sin agua por la sequía, como indicaba el cartel.
En la salida (o entrada) del parque se alza esta biblioteca, cerrada a esa hora.
Y eso fue todo. Decidí bajar hasta Plaza Cataluña para comprar algunas rosas, pero ya los canales de televisión y conciertos al aire libre se habían adueñado del lugar. La cantidad de gente era impresionante. Además, ese día jugaba un equipo escocés contra el Barça en la ciudad, así que había mucho contraste entre el ejecutivo que salía a buscar una rosa y el hincha extranjero que ya había decidido ver borracho el partido. Y Passeig de Gràcia, ocupada por enormes carpas donde algunos autores famosos firmaban libros, estaba intransitable, caminar por allí era como hacer una inmensa cola de cientos de metros. Aún así, la gente iba con mucha calma, disfrutando como yo de una tarde primaveral, y de una tradición que está más viva que nunca.