Jardines de Artigas
Después de visitar las fuentes del Llobregat, fuimos a conocer una obra poco conocida de Antoni Gaudí, el arquitecto de la Sagrada Familia y el Parc Güell. Llegamos al pueblo de La Pobla de Lillet, unos 100 kms. al norte de Barcelona.
Paseamos delante de un cine que había conocido épocas mejores. Podía imaginarme a la gente, vestida con sus mejores ropas, cruzando de noche el puente sobre el río, ansiosa de poder ser, por un rato, voyeurs impunes de una vida en blanco y negro.
Después de comer decidimos ir en coche hasta los Jardines de Artigas, la obra que nos había traído al pueblo. Un cartel indicaba una dirección improbable; después de pedir consejo entré en un largo pasadizo, cruzando los dedos para que no viniera ningún auto de frente que me hiciera retroceder. Por supuesto, esto no hacía más que empezar.
Resulta ser que Güell, el principal mecenas de Gaudí, era dueño de la principal fábrica de cemento española, ubicada cerca de las fuentes del Llobregat. Le pidió, entonces, al amigo Antoni que construyera una casa para los mineros. Mientras éste hacía sus cosas, se alojaba en casa de un empresario textil llamado Artigas. Cuando Gaudí se fue, como gesto de gratitud, le diseñó unos jardines.
Ahora que ya están los protagonistas, resulta que Güell tenía incluso un funicular y un tren propio para trasladar los materiales. Ese tren, que hoy día hace recorridos turísticos, pasaba por delante de la propiedad de Artigas.
En conclusión, de pronto me encontré con el coche en una especie de plaza atravesada por una vía de tren. No parecía haber más salida que el pasaje por el que había venido. Entonces, desde un balcón, un vecino gritó algo. "¡Por las vías, por las vías!" Así que, como en una de esas pelis de persecución, me metí con el coche por las vías, sin salida a los costados en caso de que viniera el tren. Conduje lo más rápido posible, sabiendo que así reducía las posibilidades de encontrármelo en el camino. Fueron unos minutos larguísimos, tal vez cinco, tal vez diez, y al final encontré un rellano donde dejar el coche al costado.
Esta es la calle donde conviven el tren turístico (que pasa cada media hora) y coches en ambas direcciones (que pasan cuando quieren). Que la perspectiva no engañe: tiene unos tres metros de ancho en total.
Aliviado por no haber encontrado nada en el camino, dejé el coche y bajamos a los jardines.
Este es el puente sobre el Llobregat, que los atraviesa por la mitad.
Aunque estábamos cerca del nacimiento del río, ya bajaba caudaloso.
Fotos desde el puente. Los arcos eran idénticos a los del Parc Güell:
La baranda, con el detalle de las estrías, fue el detalle que más me gustó del lugar:
La pareja "cabeza pinchuda" custodiaba un segundo puente:
Una belleza local, sentada en la mesa de picnic familiar:
Puente para subir desde el río:
A Gaudí le gustaba inspirarse en formas de la naturaleza para sus esculturas. La Sagrada Familia, por ejemplo, está llena de formas geométricas basadas en flores y frutos extraños.
Esta explanada parecía una guarnición de armas para una guerra que nunca existió:
El puente, un hit. Quiero uno de esos para mi jardín. Quiero un jardín.
En otra época, Gaudí posiblemente hubiera hecho este águila de azulejos. Pero era 1905:
El agua de la fuente estaba un poco saladita, pero con 37 grados era la mejor alternativa:
Lástima que el río fuera de deshielo, que si no me metía.
Esta era la salida de una cueva / mirador, construida en medio de un acantilado.
Esta construcción enorme debía ser la casa de Artigas.
Antes de irnos, dimos una vuelta por la otra ribera del río.
Parece natural, pero tampoco lo es:
Esta fuente es increíble. Con su musgo y decenas de caídas de agua, me hipnotizó durante unos minutos. También quiero una de estas, para mi jardín inexistente.
La misma fuente, desde otro ángulo. Mi camarita hace cosas raras con la luz. Creo que quiere que la cambie.
Antes de irme, di un paseo por el río.
Al salir, me encontré con el tren de frente:
Como ya sabía que tenía unos minutos para escapar, y que como mucho el tren me alcanzaría por la espalda, salí con más tranquilidad. Atravesé la plaza y seguí por las vías otros 5 kilómetros, estos con casas a los costados y algún que otro hueco para que los vecinos estacionaran sus coches. Llegamos a la carretera y volvimos a Barcelona.
En resumen, creo que los jardines de Artigas tienen muy poco que envidiarle al Parc Güell, salvo su ubicación tan accesible (en el medio de Barcelona) y sus dimensiones. Pero los jardines de Artigas, por su parte, juegan mucho con el río que los atraviesa por el medio, no tienen casi visitantes, y hay algunas ideas y detalles que no están presentes en el otro. Para quien le guste el modernismo, me parece que es una visita obligatoria, y para el que no, aún así lo recomiendo como uno de los sitios más interesantes del norte de la provincia.
3 comentarios:
Hola! excelente recorrido! ya estoy esperando ir para hacer los recorridos que haz hecho!!!
Matías.
El parque Güel de Barcelona es una de las obras que más me gustan de esta ciudad, pero la verdad que estos jardines diseñados por Gaudí me han encantado.
Parecen más como un laberinto entre el espesor de la naturaleza, con su riachuelo cruzándolo, esculturas custodiando los caminos y sus fuentes que son hermosísimas. Además la historia del tren me ha hecho mucha gracia, le da un punto de emoción a la aventura, y que no esté lleno de turistas la hace mucho más especial.
Genial tablón ;) Un saludo!
Hola, me ha encantado tu blog. Yo acabo de empezar uno pero de nuestras salidas por Catalunya. Espero que no te importe que haya colgado tu link en mi blog, es que te has currado mucho el texto. Te dejo el link del mío por si quieres echarle un ojo. Saludos. Ahora mismo me hago tu seguidora. Chau.
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