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martes, julio 19, 2011

Argentina: Glaciar Perito Moreno

Desde Mar del Plata, un par de días después de la Navidad, iniciamos un viaje triangular entre Buenos Aires, El Calafate y Ushuaia.

Llegamos por la tarde al pueblo patagónico de El Calafate, un conjunto de casas mal repartidas por una meseta desértica. Circulaba el rumor en Argentina que la ciudad había mejorado mucho gracias a la urbanización y la corrupción de la presidenta, que había hecho de la zona su hogar y de sus hoteles su jubilación, pero tengo que decir que, a menos que las inversiones estén escondidas entre las montañas, El Calafate no tiene nada destacable. El día que una ráfaga de viento arrase con todo tal vez valga la pena sacarle una foto.

Por supuesto, El Calafate no sería nada más que otro pueblo de la meseta patagónica si no fuera por su proximidad (80 kms.) al glaciar Perito Moreno, un río de hielo que avanza lentamente hasta dividir un lago en dos, y cuyo frente se desmorona abruptamente cuando la diferencia de presión entre un lado y el otro logra socavar su estructura. Supuestamente el ciclo avance/derrumbe es de cuatro años, pero ahora a veces tarda una década en caer y otras veces cae dos años seguidos.

Después de alojarnos en un lindo hotel (aunque con vistas al polvo y a la nada), vimos que era imposible ir en autobus al Glaciar por los horarios de regreso, y que era mucho más barato alquilar un coche que ir en taxi, así que gracias a la ayuda del hermano de un amigo mío conseguimos nuestro propio auto.

La mañana siguiente fuimos temprano al glaciar y empezamos nuestro paseo desde un extremo de la pasarela, que ha ganado kilómetros desde la última vez que estuve allí.



Las paredes del glaciar llegan a los 60 metros de altura. Como no hay nada cerca que sirva para hacer escala, parecen más bajas de lo que son. Pero cuando cae un trozo vertical, el estruendo y el temblor bajo los pies te recuerdan que un edificio de 20 pisos hace mucho ruido al caer.

La esperanza secreta del que visita el glaciar es que sea justo ése el día en que se va a caer todo. Pero las probabilidades son que eso no pase y que haya que disfrutar de la caída de algunos trozos, imponentes eso sí. Esta era mi cuarta vez en el Perito Moreno, y aunque cayó algo, no se comparaba en absoluto con la primera vez, cuando con mi primo y mi hermano nos internamos por el bosque de debajo de la pasarela.

Por aquí pasaba una pequeña corriente que intentaba nivelar los dos lados del lago, ya bloqueados. Sin saber mucho del tema, me imagino que, si no pasara nada de agua, la diferencia de presión sería enorme, y que este fluir constante de agua va agrandando esa cueva que, un día u otro, se desmoronará por completo en unas pocas horas.


Dicen que los hielos tardan 10000 años en llegar desde la parte superior del glaciar hasta su frente. Este hielo que se ve aquí, entonces, es de antes de que los griegos supieran sumar dos más dos. Las líneas de color serían tormentas de polvo o algo así.


Paramos a comer algo sobre una piedra muy grande junto al lago. Entonces, una multitud de europeos que hasta el momento deambulaba sin rumbo, desconociendo qué estaba permitido o no, y sin saber dónde podían comer sus sandwiches, decidieron acompañarnos. Así que durante un par de minutos estábamos mi novia y yo rodeados de soledad y del rumor de las olas del lago, y un par de minutos después estábamos por más gente de la que cabía en la piedra, con un francés apoyándome la bota en la espalda, escuchando una mezcla indigerible de idiomas. Había otra piedra cerca, pero nadie se atrevió a inaugurarla. Ay, europeos. A veces me hacen temer por el futuro de la humanidad. En cualquier momento habrá que fabricar camas que tengan un cartelito de "Se permite el sexo aquí".

Un rato después subimos al barco turístico, ese que a todo argentino le parece carísimo pero que al final vale bastante la pena.


Como el glaciar es imprevisible, el barco no se acerca a más de 50 ó 100 metros de la pared de hielo, pero al menos la perspectiva es algo diferente.





En el medio del bloque, donde uno no se lo esperaría, otra filtración y su cueva. Mientras tanto, se escuchaban todo el tiempo chasquidos y truenos provenientes del hielo, debidos al reacomodamiento interno.


Un borde del glaciar, erosionando todo a su paso. La presión del hielo, transmitida hacia abajo desde la cima, tiene que ser enorme.


Volvimos al coche, donde recordé que, cuando uno deja las luces puestas, un auto europeo hace sonar una alarma, pero no en Argentina. Por suerte todavía tenía batería suficiente para arrancar, volver a El Calafate, donde se cultivan como flores aquello que en Mar del Plata son yuyos (hierbajos), y partir rumbo al aeropuerto, con Ushuaia como próximo destino.

4 comentarios:

clases particulares dijo...

Un blog muy interesante.

Monita dijo...

Me encanto tu página...

Alberto dijo...

Qué ha pasado con blog? hace mucho que no escribes. Saludos, espero que estés bien.

viaje a india dijo...

Hola soy seema de viaje a India, estoy leyendo su blog y y realmente este Barcelona es un lugar muy bueno por vivir , muy informático por extanjores .