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lunes, mayo 07, 2007

Reinosa de nuevo

Llevo ya un buen retraso con las notas en el blog, así que pido disculpas para quien todo esto sea noticia vieja.

En Pascuas me fui a Cantabria nuevamente, dejando atrás a una Barcelona lluviosa. El pasaje en avión estaba muy caro, así que me resigné y compré otra vez billetes de autobús. Por teléfono me explicaron que a la ida iría un poco incómodo, pero que a la vuelta me tocaría el mejor asiento. Mejor así.

La verdad es que a la ida pude tirarme a dormir en un asiento doble, y gracias a un nuevo MP3 el viaje se hizo menos largo. A la mañana me fue a buscar Goyo a la estación, y me llevó de paseo por la costa de Santander, impecable hasta el punto de que no se veía un papelito por ninguna parte, y sus miradores sobre el mar son probablemente lo más lindo que he visto en la costa española.

Nos acercamos a la desembocadura de un río, lamentablemente ya no recuerdo su nombre:



Durante los siguientes días conocí a algunos familiares que no había visto en mi primer viaje, todos realmente muy majos (es un poco raro, pero todos lo son). Fui de caddie al golf, caminé por encima de un antiguo puente romano, me fui de pesca (¡qué malo soy arrojando!), vi un partido de fútbol, salí dos veces de copas por la noche, y el resto del tiempo estuve haciendo la vida cántabra: ir constantemente de un pueblito a otro, parando para tomar y comer algo con gente muy amable (y a muchos de ellos los había conocido en el viaje anterior), antes de ir al pueblo siguiente a pasarla bien con otra gente. El tiempo se me pasó volando, y pronto estaba volviendo a Santander para regresar a Barcelona.

Un par de fotos de Reinosa desde la ventana:




El autobús no resultó lo que esperaba. El asiento no era el más cómodo, era común (o sea, yo no entraba), y, además, tenía a mi lado a un centroamericano del tipo expansivo (aunque respondía a los codazos). Para peor, había tomado bastante viendo el fútbol y por eso subí al autobús con ganas de ir al baño. A la media hora descubrí que, para una vez en la vida que quiero utilizar los servicios, este autobús no tenía. Le pregunté al chofer, que me explicó que pararíamos 6 horas después en Zaragoza. Cerca había un bebé, yo lo miraba con la esperanza de que la madre necesitara un baño para cambiarlo, pero parece que la criatura se portó muy bien, o la madre se despreocupó del asunto. Sólo puedo decir que fue un viaje de regreso largo y penoso, con las manos a los costados para no presionar nada, la chaqueta encima para que el frío no empeorara la situación, e imaginando diferentes soluciones poco higiénicas. Pero llegué a Zaragoza con la mirada alta :)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El río es el Pas y el pueblo será Mogro?
Un saludo y me alegro que te guste nuestra tierra.

Fernando dijo...

Bien puede ser, lo que sí recuerdo es que estábamos muy cerca del mar. A ver cuándo me puedo dar otra vuelta por allí...

Saludos!