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domingo, junio 18, 2006

Montjuïc

Mientras volvía el viernes caminando con María, pasamos por Plaza España y descubrí dónde se encontraba el Palacio de los Reyes Catalanes, que Hernán me había mostrado en fotos. Así que el sábado partí rumbo a dicha plaza, recordando casi milagrosamente el camino, tomé algunas fotos desde la vereda de enfrente, también tomé algunas fotos de la Plaza de Toros (nota al margen: a los catalanes no les gusta el espectáculo de los toros, así que están construyendo un centro comercial en esa plaza. Como desean mantener la estructura original, y necesitan más espacio, lo que han hecho es levantar toda la estructura dos pisos enteros, aprovechando seguramente que tenía al menos dos pisos bajo tierra, y ahora están acondicionando lo que falta).

Fotos de la Plaza de España, con la ahora elevada Plaza de Toros a la derecha y el camino al Castillo a la izquierda:




Nota posterior (22/1/2007): En esta entrada me refiero al Palau Nacional como al Castillo de Montjuïc. No lo es, y debería haberme documentado antes, en su momento asumí que sólo había una edificación de este tipo en el monte y que previsiblemente sería el castillo. El Palau Nacional, sin embargo, es una construcción de principios del siglo XX, creado para la Feria Mundial de 1929. Eso no le quita magnificencia, aunque demuestra mi ignorancia y mi incapacidad para reconocer estilos arquitectónicos medievales. Dicho esto, dejo el texto original, pero que nadie se engañe por lo que dice.


De allí seguí caminando rumbo al Palacio de los Reyes Catalanes (vale aclarar que no hay reyes aquí desde hace mucho, tanto que algunos catalanes no saben de qué va ese palacio). El ascenso fue sencillo, ya que hay escaleras mecánicas al aire libre en cada tramo. El Castillo me impresionó muchísimo. Me han dicho que existen castillos mejores, pero este es el primero que veo y la verdad me pareció algo espectacular. No sé cómo explicar esa mezcla de admiración por las dimensiones de la obra, esa añoranza de un tiempo pasado en que construcciones así eran posibles e incluso necesarias, ese vértigo al intentar pensar en todo el esfuerzo, todo el pasado, todas las luchas, todo lo que ha sido necesario para construirlo, ese respeto hacia lo magnífico.

Una de las dos torres que custodian la calle, de finalidad indefinida y sin posibilidades de ascenso. Sobre el fondo se ve el Castillo:



El Castillo, tomado de lejos y con el horizonte torcido:


Vista de lo caminado, desde el nivel más bajo (es necesario subir tres o cuatro escaleras mecánicas para llegar al Castillo):




Una de las escaleras mecánicas de ascenso:


El Castillo, de nuevo:


Vista de la ciudad, desde el nivel del Castillo:







Entré y pagué para la exposición cuyo nombre me resultó más atrayente, y que luego descubrí que consistía en una colección de grabados realistas sobre diversas ciudades de España alrededor del 1800. Esto no hizo más que reforzar esa añoranza que he mencionado antes. Recuerdo particularmente un grabado, hecho desde el mismo monte en que me encontraba, donde se veían unos caminos rústicos que llevaban hacia Barcelona a través de los campos, y sobre el mar se veían dos galeras. También había grabados de Tarragona, Málaga, Toledo y Almería. Esa España no existe más, al menos no aquí, en Barcelona.

Con curiosidad, pasé a la parte posterior del castillo. Descubrí que el monte continuaba, y que allí se encontraban otros dos castillos menores y nada más y nada menos que la villa olímpica (que me pareció casi una falta de respeto, una mancha para el monte). Los jardines de Maragall estaban cerrados, pero desde fuera pude apreciar las columnas, tal vez romanas, que adornaban el camino. De todas maneras, todo el monte era un enorme jardín, así que bajé por otro camino para ver adónde me llevaba. Me llevó a un laberinto de calles, y con cierta facilidad bajé hacia la Plaza de Cataluña.

Un lateral del castillo. La cúpula está realmente alta, y es enorme, creo que en esta foto no se nota lo suficiente:




Detrás del castillo, se encuentra esta entrada a las instalaciones para las Olimpíadas ubicadas en el Mont Juic (hay otras en otras partes de Barcelona):



Foto tomada desde la rambla mostrada arriba, hacia la derecha.





Foto tomada desde el final de esa rambla, mostrando la parte trasera del Mont Juic (las afueras de Barcelona)


Emprendiendo el regreso, esta es una foto del parque Maragall, tomada a través de la reja que lo cerraba. En este parque había también unas columnas muy antiguas. Debe ser muy lindo, pero no había a la vista ni siquiera un horario de entrada.


Rodeando el castillo por el otro lado, el camino es así:


Cerca del castillo hay otras construcciones menores, esta es la que más me gustó (creo recordar que funciona como un teatro):


Para los de River: todos los afiches de las obras teatrales remiten a la cultura popular. La de Hamlet tenía a un jugador afroamericano de básquet. Medea Material tenía lo siguiente:



Un poco antes de la Plaza de Cataluña me detuve a comer en Pans & Co. Había muy poca gente, y cuando terminé de comer me fijé la hora, pensando que serían las 15. Eran las 18. Todavía no me acostumbro a este sol que dura tanto en el cielo, ni a la manera en que pasa el tiempo aquí.

Entré al Corte Inglés, junto a la Plaza de Cataluña, una construcción enorme de 9 pisos y algunos subsuelos, donde luego de recorrer un sinfín de escaleras mecánicas logré comprarme un celular, cuyo número es, por si alquien desea llamarme.

Entonces rápidamente volví al departamento ("piso") de María, ya que por celular me avisó que saldríamos a cenar afuera (fuimos a comer tapas, me ha gustado todo, desde las patatas bravas hasta el bull), para luego ir al cine a ver una película española ("Azul oscuro casi negro", muy buena). Fuimos con Sara y un amigo de ella, psicólogo de policías, un español que había vivido 10 años en México y había recorrido toda América, incluyendo Argentina. A la salida del cine fuimos a beber algo a un lugar que resultó sorprendentemente barato, y volvimos caminando bajo el cielo nublado hasta el departamento. Cabe aclarar que aquí todos los bares son muy lindos, y no se parecen en nada entre sí. Que tantos estilos diferentes puedan ser tan agradables es otra cosa que no me esperaba, otra de las sorpresas que Barcelona reserva.

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